Este puente lo conocí de mayor, en mis paseos, andando o en bici, con mis hijos y con Angelina. Siempre me gustó sentarme un rato en el pretil a mirar, a escuchar el croar de las ranas y el canto de los pajaritos en la arboleda, y a sentir el viento cuando no era muy fuerte.
A Carlos le gustaba mucho venir al comienzo de la primavera para coger las lagartijas que se guarecían entre las piedras. Él se entretenía en cogerlas y yo en mirarle mientras las cogía.
Ana también vino muchas veces, pero no cogía lagartijas. Nos sentábamos juntos y hablábamos. Ya no me acuerdo de qué, pero si me acuerdo de ella, de su cara y de lo bien y sensatamente que hablaba.
Por aquí fui un par de veces a Tornadizos, el pueblo al que se fueron a vivir muchos "tornadizos", personas de religión judía y musulmana que se "tornaron" a ser cristianos, pero de los que se sospechaba que aunque oficialmente eran cristianos, en secreto, "tornaban" a su antigua religión. Eran cosas que ocurrían en la católica Espáña del siglo XVI, gobernada con mano de hierro por la Santa Inquisición. (que Dios la tenga en su gloria).
Un poco más adelante estaba la charca de los motores donde mis amigos se bañaban en verano, cosa que yo nunca hice y no sé porqué.
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