miércoles, 20 de mayo de 2020


CUEVAS DEL VALLE - RAMACASTAÑAS


        El Puerto del Pico es uno de los sitios por el que he pasado muchas veces, pero me sigue gustando pasar por él y me sigue sorprendiendo su belleza. La calzada romana serpentea por la ladera, la carretera también lo hace, pero por otro lugar. Y al fondo los pueblitos del barranco de las cinco villas.



        Doy un paseo por Cuevas del Valle, pueblo que no se ha destruido del todo. Todavía quedan las casas con las balconadas tradicionales, pero las calles están cada vez más tranquilas y los ancianos pueden sentarse a charlar en la calle.

        Las cuevas del Águila, en Ramacastañas, son mágicas. Todas las cuevas que he visto, cuando están llenas de estalactitas y estalagmitas, tienen algo de magia, son como un mundo de fantasía, de ilusión, son un mundo irreal.



 Estas cuevas llevan muchos años abiertas (más de 50) y están muy bien acondicionadas, tanto en su itinerario como en la iluminación.



 Lo sorprendente es que a cada paso se descubren nuevos aspectos, nuevas visiones, tanto que la mirar para atrás uno no reconoce por donde se ha venido. 


Las personas con imaginación ven animales, ven figuras, ven de todo. Yo ya no soy ningún niño, pero aquí no me cuesta creer que en este lugar viven gnomos, hadas, trolls o cualquier ser fantástico, pero a condición de que sean buenos.







 En un lugar con tanta belleza no puede tener cabida ningún tipo de maldad.

jueves, 14 de mayo de 2020


ARÉVALO
        Hacía muchos años que no iba a Arévalo. Aparentemente todo está igual, pero hoy, en 2017, para bien muchas cosas han cambiado. Hay un magnífico programa de visitas a la ciudad atendido por voluntarios y que permite ver el interior de las iglesias a la vez que se hace un recorrido por los lugares más típicos de la ciudad.
         Muchas de las iglesias de Arévalo estaban en un estado ruinoso. Hoy se han arreglado casi todas y se puede ver el rico patrimonio de retablos, imágenes y arquitectura. 





Arévalo fue muy importante en el siglo XV. En su castillo vivió la reina Isabel la Católica cuando era niña, y la ciudad, en esa época, tuvo un lugar importante en la historia de Castilla y de España.


         Hoy en día Arévalo es una ciudad tranquila, que pierde habitantes poco a poco, como casi toda la vieja Castilla. Pasear por sus calles, por sus vacías plazas es pasear por el pasado e imaginar estampas y situaciones que ya solo se dan en nuestra imaginación.


         El castillo ya solo está para el turismo. Aquí vivió la reina Isabel con su madre y su hermano. Luego pasaron mil cosas y cuando yo era niño, el castillo era un silo para guardar cereales. Gracias a eso está muy bien conservado. Subí a lo alto de la torre y todo Arévalo estuvo a mis pies. Fue un magnífico esfuerzo y una magnífica vista.



         El estilo mudéjar fue el predominante en las construcciones históricas de la ciudad. Después de una injusta valoración se ha vuelto a poner en valor y se procura que los más variados edificios presenten este estilo, que es el que tuvieron en su principio.



         En una determinada época tanto ladrillo era señal de pobreza frente a la riqueza y opulencia de las edificaciones en piedra. ¿Qué hacer con el ladrillo? Pues taparlo. Si no se ve es como si no estuviera.

sábado, 9 de mayo de 2020

MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES





Madrigal de las Altas Torres está ahí, en medio de la llanura castellana, con hermosos restos de sus murallas mudéjares, las que le han dado el sobrenombre de Altas Torres, debido a los torreones de las mismas.


Aquí está el palacio de Juan II, donde nació Isabel I de Castilla, Isabel la Católica. Este palacio se lo donó Carlos I a sus tías para un convento. 


Lógicamente hicieron obras, y las habitaciones originales donde nació la reina no existen, aunque si existen muchas otras estancias donde se celebraron cortes y donde los reyes tenían sus audiencias.


Hoy nos lo enseña una monjita colombiana muy joven, con una voz agradabilísima, que hace de la visita un auténtico disfrute.
La austeridad castellana está presente por todas partes.


Y junto al palacio está el antiguo hospital, con su sorprendente balconada, y esa capilla con el Cristo que tiene pelo natural.



Todo el pueblo de Madrigal conserva muy bien el aspecto de pueblo de la llanura castellana, con sus casas de ladrillo y sus adornos mudéjares en los aleros de las casas.


Y ahora en la primavera el campo luce precioso, todo verde; con mil verdes según los sembrados y según la dirección en que se araron.


Y en medio de ese verdor surgen los pequeños pueblitos como si estuvieran perdidos. Las torres de las iglesias, de las enormes iglesias, son como faros en medio de la inmensa llanura.

jueves, 7 de mayo de 2020


Mironcillo y castillo del Malqueospese o Manqueospese.

            Hace muchos años que no voy al castillo de Malqueospese. Hoy hace una hermosa tarde y como tengo que andar aprovecho para darme un paseo por allí. Cosa curiosa, enseguida encuentro el viejo camino que lleva al castillo, pero está intransitable para mi coche, así que voy andando.


            Enseguida se ve al castillo con la silueta de la sierra del Zapatero como telón de fondo. ¡Estuve tantas veces en el Zapatero y por esa sierra! Por allí me di hermosos paseos, casi siempre en solitario, pero siempre acompañado de mis pensamientos, de mis sentimientos, de mi alma. Pensaba en cosas muy variadas, pensaba en la escuela, en los niños, pensaba en mis hijos, pensaba en Angelina, pensaba en la pobreza del terreno y en el enorme esfuerzo por vivir de las gentes de por aquí, pensaba en el sentido de la vida, pensaba en Dios, pensaba en mi padre y en la abuela. Y estos pensamientos y estos sentimientos se quedaron por aquí, por eso considero esta parte como algo mío, como algo que me pertenece, por lo menos espiritualmente.


            Y cuando paro y miro hacia atrás veo el valle Amblés, con sus pueblitos, con sus tierras de labrantío, con el bosquete de galería del río Adaja. Durante 20 años le recorrí a diario para ir a la escuela y cuando me marché del pueblo nunca más volví ¿Por qué? Pues no lo sé. Quizá por cerrar definitivamente una parte de mi vida, quizá por no estropear los magníficos recuerdos que conservo de esa etapa de mi vida.


            Me voy acercando al castillo, cada vez va estando más cerca. Hace tiempo que casi no camino y me voy cansando. Como tengo que regresar me siento en una piedra a descansar y miro como el sol del atardecer va iluminando unas partes y oscureciendo otras. Me veo dentro del castillo, recorriendo sus ruinas con Ana y Carlos, metiéndonos por todos los agujeros que veíamos, me veo rodeándole y admirando la parte en que todo es roca vertical y solo hay un pequeño muro en la parte superior. Me veo allá, allá a lo lejos en el tiempo, en un tiempo en que fui muy feliz.

miércoles, 6 de mayo de 2020


Mijares y Pedro Bernardo.
       Hace un hermoso día. Y nos vamos a disfrutar del sol, del campo y de pequeños pueblitos de la Sierra de Gredos.


            Subiendo el puerto de Mijares se ve esta vista del valle del Alberche. Ahora, en invierno, está como encogido, como triste, apagado. Ahora se me asemeja a uno de esos viejitos sentados al sol, sin hacer nada, mirando no sé qué y pensando en sus cosas. Los pueblecitos son manchas blancas y nada más. En verano tiene otro brillo, otra alegría.
            En lo alto del puerto, en la umbría, hay este hielo. Estamos a 1500 metros de altitud y por la noche hace mucho frió.


            ¿A que estos carámbanos de hielo hacen muy bonito? La montaña invernal se adorna con estas cosas tan simples. Aymara se entusiasma ante ellos, los fotografía y se los manda a sus amistades en Venezuela. Allí no saben lo que es esto.
            El pueblito de Mijares está en un entorno precioso. Antiguamente tenía todas las casas como estas que se ven. Eran las construcciones típicas de todos los pueblos del valle del Tiétar. Ya quedan poquísimas casas de la antigua arquitectura popular. Se tiraron y se han hecho casas nuevas, feotas, como las de cualquier ciudad. Son viviendas sin personalidad, sin carácter, sin distintivo que las identifique.


   
  


    
            Comemos en un mirador disfrutando del buen tiempo y del magnífico paisaje. Vienen unos jóvenes, se sientan cerca y se ponen a hablar de sus cosas. Terminamos y como no hay cerca ningún café nos vamos a tomarlo a Pedro Bernardo, la patria chica de Arturo Duperier, quizá el mejor físico que ha habido en España pero que se fue a Inglaterra a hacer sus investigaciones sobre los rayos cósmicos.


            Pedro Bernardo está en la ladera de la montaña, y sus tejados son como escalones por los que se asciende. Es el pueblo donde más y mejor se conserva la arquitectura popular característica de este valle, pero poco a poco se va destruyendo, se va tirando y se hacen esas viviendas sin gracia. Menos mal que el trazado urbanístico se conserva y es casi imposible cambiarlo.
      




  
            Caminando por estas callecitas me viene la imagen de los niños corriendo, chillando y jugando a las mil cosas que se les ocurran, también me los imagino sentados juntitos en uno de esos rincones tan acogedores hablando de sus cosas, de las cosas de las que solo se habla cuando se es niño. Vemos muy pocos niños por la calle, quizá estén en sus casas viendo la tele o jugando con la Tablet. Yo creo que era más bonito antes cuando su imaginación creaba lo que hubiese que crear: un castillo, una guarida de ladrones, donde esconder un tesoro, la cueva de los misterios, …

  


   
         Volvemos a Ávila por el puerto de Serranillos. Nos pilla la puesta de sol en lo alto del barranco de las cinco villas, y es tan bonito y tan espectacular que nos paramos a verlo. El valle se cubre de nieblas y todo se llena de misterio.
 
 

          Pero es un misterio dulce, amable, que irradia felicidad y esperanza. Y los rayos del sol se cuelan entre las nieblas y todo se pone dorado, de un color casi irreal. Y poco a poco se hace de noche y nosotros continuamos hasta Ávila embriagados por tanta belleza, la belleza de las cosas sencillas y simples que ocurren todos los días.