viernes, 15 de febrero de 2019


SANTO TOMÁS (3)
Cristo de Gil de Siloé y Claustros

         En la capilla del Cristo de las Angustias está la talla del cristo del mismo nombre. Es de finales del siglo XV, y con motivo de las obras de restauración se ha determinado su autor: Gil de Siloé, uno de los mejores escultores castellanos de ese siglo.
         Es un gran Cristo, no solo por sus dimensiones 2, 21 metros de alto, sino también por su gran calidad artística, aunque hubo religiosos que reconocían la gran devoción que inspiraba, pero lamentaban su poca calidad artística ¡cuestión de gustos!
         A mí siempre me causa impresión verle. Es un Cristo muerto y que ha muerto lleno de sufrimiento, y aunque su cabeza está ligeramente caída y parece que murió mirando hacia abajo, hacia donde estamos nosotros, su mirada se dirige hacia el cielo, hacia el Padre. Es una de las miradas más impresionantes y más logradas en los cristos que he visto. Es una mirada que hasta teológicamente da sentido a la muerte de Cristo, pues está ofreciendo al Padre su muerte para la redención de los hombres. Su rostro mira hacia la humanidad y su mirada al cielo.
         Este Cristo alcanzó una enorme importancia como lugar de peregrinación, pues en 1501, apenas unos años después de colocarse la imagen, se ofrecían indulgencias a todo aquel que visitara esta capilla. Estas indulgencias siguen vigentes al día de hoy.
         Santa Teresa de Jesús venía con frecuencia a confesarse en esta capilla donde todavía está ese confesionario y donde luego se quedaba a orar.  El día de la Asunción de Nuestra Señora del año de 1561 pidiendo a Dios la Santa delante del Crucifijo que la perdonase todas sus culpas pasadas:” … vínome un arrobamiento tan grande, que casi me sacó de mi. Senteme , y aun parezeme que no pude ver alzar, ni oir misa, que después quedé con escrúpulo de esto. Parecióme estando así, que me veía vestir una ropa de mucha blancura y claridad; y al principio no veía quien me la vestía; después vi a Nuestra Señora al lado derecho y a mi padre san Joseph al izquierdo, que me vestían aquella ropa; dióseme a entender que estaba ya limpia de mis pecados’.
         Además de haber ocurrido esto que Santa Teresa relata, es tradición común que dicho Santo Crucifijo habló muchas veces a la Santa.
         Y esta capilla y este Cristo de tanta importancia artística y religiosa como lugar teresiano, está injustamente bastante olvidada.
         El monasterio de Santo Tomás tiene tres claustros. Los claustros son patios porticados por los que se accede a las dependencias del convento: celdas de los frailes, sala capitular o lugar de reuniones, biblioteca, etc. El más antiguo y el más pequeño es el Claustro del noviciado.

         Luego está el Claustro del Silencio, más amplio, pero a la vez más recogido pues los ventanales de la parte de abajo son más pequeños ya que no hay columnas.

         El Claustro de los Reyes es el más amplio. El edificio que está a la derecha de la foto es lo que fue el Palacio de verano de los Reyes Católicos.  De aquel palacio no queda casi nada: el artesonado de un par de habitaciones y algunas puertas. En algunas de las que quedan se nota un cierto aire mudéjar (musulmanes que vivían con los cristianos). Estos hombres eran maestros en hacer adornos con materiales muy simples: ladrillo, yeso y poco más. Los adornos están basados en formas geométricas que se repiten rítmicamente y que dan idea de la inmensidad y simplicidad de su dios: Alá, ya que estos adornos son sencillos y simples y a la vez se pueden repetir indefinidamente.
         En los patios de todos los claustros hay un pozo, y este pozo servía tanto para coger agua como para criar peces de agua dulce (percas) que servían de alimento a los monjes durante la cuaresma. Lógicamente el pozo es más ancho en el fondo. Cuando no era posible hacer pozos se hacían estanques con la misma finalidad.
         A mis los claustros me parecen lugares ideales para el recogimiento. Se puede ir andando y leyendo o solamente pasear y sentir una calma, una paz y una quietud espiritual que solo se puede alcanzar en muy pocos sitios. A veces se escucha el piar de los pájaros, el cielo parece más azul visto desde aquí abajo, y las preocupaciones mundanas aquí no llegan. Los claustros son muy bellos con sus formas y esta belleza quizá contribuya a ese sosiego.
         En estos claustros hay una gran variedad de formas en las puertas. Son arcos de casi todos los estilos posibles que había en esa ápoca. A mí algunos me resultan muy bonitos y todos me resultan curiosos e interesantes.  En algunos te fijas como sin querer, son arcos que rápido atraen la atención, otros pasan más desapercibidos.
         Recuerdo una de las visitas que hice cuando mis nietas eran pequeñas, 6, 8 años aproximadamente. También les llamaron la atención las formas de las puertas y me preguntaron porque hacían esas puertas con ese pico hacia arriba.
         Se me ocurrió decirles que la reina y sus damas llevaban unos gorros en forma de cucurucho y así podían pasar sin darse en lo alto de la puerta.
         Y la pequeña cuando vio esta puerta dijo: “y esta es así por si van dos hablando que puedan pasar las dos a la vez sin que se le caiga el gorro a ninguna”. Yo la conteste: ¡Claro, para eso la hicieron así! ¿Puede haber mejor explicación? Yo creo que no.
         Y acompañado del recuerdo de dos de mis princesas me voy a ver la otra gran joya de este monasterio: el retablo de Pedro Berruguete.

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