miércoles, 20 de febrero de 2019


MONASTERIO DE STO. TOMÁS (4)
PINTURAS DE PEDRO BERRUGUETE

         La inquisición existía desde hacía siglos en el reino de Aragón, pero no en el de Castilla. En 1478, la reina Isabel crea la Inquisición o Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición y nombra a Fray Tomás de Torquemada, confesor suyo, primer Gran Inquisidor General del Reino. Este religioso era fraile dominico y también le encarga que vigilase la construcción del monasterio de Sto. Tomás, por lo que éste terminó albergando la sede del Tribunal de la Inquisición, encargado de luchar contra cualquier tipo de herejía y pecado.
         Los retablos de esta iglesia se encargan a Pedro Berruguete, y en sus pinturas se refleja la actividad de varios santos dominicos, desde el fundador de la orden, pasando por otros que persiguieron las herejías y defendieron la doctrina católica. Había escenas de la vida de Santo Tomás de Aquino, que era el santo intelectual que utilizaba su sabiduría para vencer las herejías. Se completaban con escenas dedicadas a Sto. Domingo de Guzmán, fundador de la Orden, y el más relacionada con la actividad inquisitorial, y a San Pedro de Verona, inquisidor y mártir que murió asesinado por los herejes.
         En el retablo aparecen cuatro escenas de la vida de Santo Tomás de Aquino y el santo en la posición central.

              Veamos cada zona con detalle.



         Tomás de Aquino, que nació en 1224, recibió en 1244, el hábito dominico. Es puesto bajo tutela de Alberto Magno quien se lo lleva a su escuela en Colonia.
         Para mi este cuadro no tiene calidad estética. Está muy bien dibujado, tiene una buena perspectiva, pero no hay nada que destaque. La figura del santo queda anulada por el blanco de los frailes que le rodean. Viéndole desde la iglesia no se distingue ni se sospecha nada de lo que pasa.



         En el siguiente cuadro de la parte superior se representa la Tentación del santo por parte de una cortesana (prostituta) a la que él rechaza. Aparecen dos ángeles y ponen al santo, muy concentrado en la oración, el cíngulo de castidad. En la puerta un elegante personaje levanta los ojos del libro que está leyendo como si quisiera presenciar el milagro. Sobre la otra cara que hay los estudiosos del tema no se ponen de acuerdo, para unos es un ángel, para otros es la cortesana que está ya fuera de la habitación, pero vuelve todavía el rostro.
         Como el anterior, para mí, es un cuadro magníficamente pintado en cuanto a dibujo, perspectiva y composición, pero que plásticamente no nos dice nada sobre lo que allí ha ocurrido y aun sabiéndolo no entiendo que hace ese personaje leyendo ni por qué vuelve la mirada la cortesana. Es un cuadro en el que el autor pintó lo que le mandaron los que le pagaban

          
         En el cuadro de la izquierda Cristo crucificado se dirige al santo que está orando ante Él, para alabar, santificar y premiar su obra.


         En el de la derecha San Pedro y san Pablo, se aparecen ante santo Tomás cuando estaba concentrado en la solución de cuestiones teológicas intrincadas que le aclararán los dos santos. Al tiempo, fra. Reginaldo, que ayudaba a santo Tomás como amanuense, absorto en lo que escribe, no parece participar de la visión.
         En general el retablo tiene una finalidad propagandística y no constituye una obra de arte excepcional, pero hay elementos artísticos a destacar, como por ejemplo el realismo con el pinta todas y cada una de las figuras, con un detalle que es muy propio de la pintura flamenca (pintura de Bélgica y Holanda). Además, es capaz de unir elementos diferentes como las perspectivas propias del arte italiano del Renacimiento con los fondos dorados propios del Gótico. En definitiva, un pintor muy de su tiempo que plasma la evolución de la Edad Media a la modernidad renacentista.

         Berruguete pintó otros dos retablos para los laterales, que acompañarían al que se conserva todavía en el convento de Santo Tomás de Ávila, sede de la Inquisición, y esas tablas se conservan en el Museo del Prado. Como veremos a continuación también tienen una finalidad propagandística.

SANTO DOMINGO Y LOS ALBIGENSES
         Esta tabla formaba parte de un conjunto de pinturas que representan la lucha de Santo Domingo y de la orden de los dominicos contra la herejía que se había originado en la ciudad francesa de Albi, de ahí que se denominara la herejía albigense.


         En ella vemos a Sto. Domingo de Guzmán (1170 – 1221) el cual viajó a Albi y los territorios cátaros para enfrentarse a los herejes y actuar en favor de la Iglesia Católica. De hecho, allí fundó la orden de los predicadores o dominicos. Y este personaje se inventó la llamada prueba de fuego u ordalía, según la cual había que echar al fuego tanto los escritos herejes como los verdaderos de la iglesia, ya que estos últimos no se quemarían y se levantarían sobre las llamas. Y precisamente eso es lo que vemos en la tabla que guarda el Prado. Una prueba a la que se invita a los propios cátaros a asistir para convencerles de su error.
         Los libros de los herejes ardieron de inmediato, pero los católicos fueron rechazados tres veces por las llamas. En el óleo se supone que el grupo de la derecha representa a los cátaros (o albigenses). Habría que señalar que muchos de éstos se convirtieron y que Santo Domingo combatió la herejía mediante la predicación y las disputas teológicas, nunca mediante la hoguera y las armas. De hecho, el cuadro siguiente del auto de fe presidido por Santo Domingo tiene como tema a Santo Domingo pidiendo la libertad de un albigense condenado a las llamas.


         La tabla recoge el momento de la celebración de un Auto de Fe presidido por el santo, que aparece sentado en un trono situado en una tribuna portátil, vista desde un punto de vista muy bajo, con lo que se acentúa la distancia entre los condenados y los jueces, resaltando así el protagonismo del grupo de personajes situado en la parte superior del cuadro, bajo el dosel.

  
       Se presenta a Santo Domingo vestido con el hábito de su Orden. Extiende la diestra en un gesto de clemencia hacia uno de los condenados que, acompañado por un fraile dominico, se encuentra en el nivel medio de la composición, al pie de la escalerilla. Rodean al santo otros jueces, uno de los cuales porta el estandarte de la Inquisición.
         Al fondo de la grada inferior, varios hombres, sentados o de pie, dialogan entre sí totalmente ajenos al drama humano que se está desarrollando ante sus ojos. Hay quien llega incluso a estar plácidamente dormido con la cabeza apoyada en el respaldo de la grada.



         En la parte inferior derecha aparecen los condenados, dos de ellos en la hoguera, y otros dos tocados con esos gorros cónicos y cubiertos por sus respectivos sambenitos, en los que se lee "condenado herético", que esperan su turno custodiados por soldados. Obsérvese a los dos condenados a la última pena: han sigo estrangulados por medio de garrote y, ya muertos, van a ser quemados.


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