CANTIVEROS
Vamos a CANTIVEROS, un pequeño pueblecito de la Moraña que sólo tiene 90 habitantes. Es un pueblecito que poquito a poco se va muriendo. Y aquí, en este pueblito, allá por el 1116 tuvo lugar un hecho muy relevante en la historia de Ávila.
He aquí la historia en cuestión.
En el año 1116 el rey Alfonso I de Aragón sitió la ciudad de Ávila con el objeto de verificar si el infante Alfonso Raimundez, hijo de Urraca, reina de León y Castilla, estaba efectivamente vivo pues él tenía noticias de su posible fallecimiento, si lo cual hubiese ocurrido él sería rey de Castilla, ya que estaba casado con Urraca de segundas nupcias. Urraca, con el fin de proteger a su hijo Alfonso, futuro rey de Castilla y León, le envió a Toledo en 1116 bajo la tutela del arzobispo Bernardo de Toledo. El infante Alfonso en su marcha de León a Toledo, fue acogido por Blasco Jimeno, gobernador de la ciudad y por el Obispo de Ávila. Alfonso I sitió la ciudad de Ávila en 1116 y exigió que le diesen al infante Alfonso, entonces de 11 años de edad. A esto se negó Blasco Jimeno con lo que el rey Alfonso I pidió que le mostrasen al niño y que el abandonaría el sitio de la ciudad si efectivamente el príncipe se encontraba dentro. En garantía el rey exigió que 60 caballeros de la ciudad se ofrecieran como rehenes en las afueras de la ciudad. Así se hizo y el rey vio al príncipe Alfonso en una ventana de la fortaleza-muralla. El rey Alfonso salió de la ciudad, pero antes de abandonarla ordenó la matanza de los 60 rehenes. Una vez degollados, hizo hervir las cabezas de los mismos, en el lugar que hoy se llama las Hervencias. El asesinato de los 60 caballeros fue una afronta que el gobernador Blasco Jimeno no pudo soportar. Acompañado de su escudero Lope Núñez, consiguió alcanzar los caballeros del rey Alfonso en el pueblo de Cantiveros. Allí Blasco Núñez retó al rey Alfonso a una lucha a muerte, pero Alfonso I, no aceptó el reto, y decidió asesinar a ambos caballeros de Ávila con lanzas. En recuerdo de este reto, una cruz de piedra fue erigida en Cantiveros. Este hecho heroico se considera tradición y leyenda.
Por esa gesta el escudo de la ciudad de Ávila contiene el rey niño Alfonso VII. La ciudad se llama Ávila del Rey y también Ávila de los Caballeros.
El monumento de la Cruz del Reto, en Cantiveros, muestra la siguiente inscripción en la actualidad:
«[Aquí] retó Blasco Jimeno, hijo de Fortín /Blasco al Rey D. Alonso el Primero/ de Aragón, porque contra su palabra/ y juramento hirvió en aceite sesenta/ cavalleros avileses que la ciudad le dio/ en rehenes, ofendido de que no le entre/gó al Rey Don Alonso el Sé(ptimo) que te/nia en guarda. Y acometido del exér/cito real murió como gran cavallero vendiendo mui cara su vida, dexando/ a los venideros memoria de su valor./Año de 1116. Quien dixere una Avemaría /por su ánima gana cuarenta días de/ perdón.
En Cantiveros no vemos a nadie. Todo está vacío. Los columpios junto a la iglesia esperan que los niños los monten. Los bancos esperan que alguien se siente y así enterarse de lo que ocurre. Ya no hay gente joven que se declaren su amor, y los bancos y los lugares recoletos están olvidando aquellas palabras.
La iglesia es románica, del llamado románico de ladrillo, del que sólo hay por algunas provincias castellano leonesas. Un estilo muy austero, pero que consigue la belleza a través de los ritmos que se crean con los espacios de las hiladas de sus ladrillos, y con dos colores muy simples: el rojo de los ladrillos y el blanco de la cal.
La iglesia está casi siempre cerrada. Ni siquiera se dice misa todos los domingos. Aquí se puede oir misa "cuando toca", cuando el cura puede venir. Y los turistas nos quedamos con las ganas de ver el gran artesonado de madera que hay en el techo del coro. Un artesonado que yo ya no sé si es mozárabe o mudéjar, pues mi cabeza cada vez va dando para menos (me parece que es mudéjar).
Este es el artesonado mudejar del coro. Es un artesonado posterior a cuando se levantó la iglesia. Es del s. XV ó XVI. La influencia musulmana está presente. Es una decoración con motivos geométricos que se repiten hasta que todo el espacio está lleno, pero donde no hay principio ni fin, del mismo modo que Dios no tiene principio ni fin. Esta filosofía de decorar la casa de Dios con motivos geométricos viene de los musulmanes pues son los primeros que dicen explícitamente que Alá no tiene ni principio ni fin.
Los círculos también se repitan ocupando todo el espacio en que están situados, y en este motivo de los círculos está la centralidad de Dios. Dios es el centro del Universo. Estamos en la Edad Media y esta es la concepción del Universo: todo gira en torno a la Tierra, donde habita el hombre hecho a imagen y semejanza de Dios. Esta idea durará hasta el barroco, cuando los estudios de Kepler dicen que los planetas no giran alrededor de la Tierra, sino alrededor del Sol siguiendo órbitas elípticas. Esa idea cambia muchas cosas y el arte es una de ellas.
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