EL RASTRO
El gran paseo de Ávila es el paseo del
Rastro. A un lado las murallas, al otro unas vistas magníficas del valle
Amblés.
En esas piedras jugábamos todos los
niños y eran nuestro mundo fantástico. Allí estaban nuestro coche, nuestro
avión, el caballo, la cabaña, la diligencia. “la roncha” (el tobogán de
piedra), los castillos encantados y los lugares donde esconder nuestros
tesoros.
Aquí el valle Amblés está con nieve .
Esa torre es de la iglesia de Santiago, el barrio musulmán hasta la época de
Felipe II o Felipe III, que los expulsó de España. Como lo que había era cosa
de “moros” y había que cuidar por la ortodoxia católica, todos sus edificios o
se reutilizaron o se destruyeron.
Hace unos 15 años se descubrió un inmenso
cementerio musulmán, pero como estos hombres son muy sencillos en los
enterramientos, se cogieron algunos restos para estudiarlos y luego se
construyeron casas en ese lugar. ¿Se
habría hecho lo mismo si hubiese sido un cementerio cristiano? Imagino que no.
Y hacia el valle, en verano, pues se ve
esto. En la base de aquella montaña nevada (la Serrota) de la foto de abajo
está el pueblecito donde estuve como maestro durante 20 años. Unos años en que
fui muy feliz, tanto personal como profesionalmente.
Y donde está este banco me sentaba
cuando era un jovencito, 14, 15, 16, 17 años. Teniendo frente a mí todo lo que
se ve en la foto anterior.
Allí
estaba el viejo edificio de la Biblioteca que durante el verano prestaba libros
para leer en el jardín, y los de esta biblioteca fomentaron y saciaron mi
afición a la lectura. Durante el verano iba casi todas las mañanas a leer allí.
Primero cuentos, luego novelas de aventuras y cuando crecí más todos los libros
de historia y de arte. ¡Con qué agrado recuerdo muchas de aquellas lecturas!
Y las murallas siguen. Se construyeron sobre
rocas muy altas a las que solo subíamos de mayores. Estos lugares no eran para
niños pequeñajos.Aquí
estaba el antiguo matadero y desde aquí llevaban los animales muertos en un
carro hasta la carnicería que mando construir Felipe II, y la sangre de los
animales iba dejando un “rastro”, de ahí el nombre del paseo.
La catedral tiene una parte en la
muralla. Esta es una escalera de entrada a la capilla de San Segundo, primer
obispo de Ávila. Era el lugar más maravilloso que había para los niños en el
verano. En los días calurosos un empleado del ayuntamiento iba regando las
calles, y cuando llegaba por aquí los niños subíamos a lo alto de las escaleras
y decíamos: “La manga riega, que aquí no llega, y si llegara no me mojara” El
señor enchufaba la manga hacia nosotros y procurábamos aguantar agachados
detrás de la baranda, llenos de emoción. Si nos mojaba, como era verano,
enseguida nos secábamos.
Podría seguir contando cosas que
hacíamos en la muralla, pero lo mejor es preguntárselo a ella. Lleva 10 siglos
aquí ¡Y la de cosas que nos podría contar!
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