lunes, 17 de diciembre de 2018


EL RASTRO
         El gran paseo de Ávila es el paseo del Rastro. A un lado las murallas, al otro unas vistas magníficas del valle Amblés.

         En esas piedras jugábamos todos los niños y eran nuestro mundo fantástico. Allí estaban nuestro coche, nuestro avión, el caballo, la cabaña, la diligencia. “la roncha” (el tobogán de piedra), los castillos encantados y los lugares donde esconder nuestros tesoros.
         Aquí el valle Amblés está con nieve . Esa torre es de la iglesia de Santiago, el barrio musulmán hasta la época de Felipe II o Felipe III, que los expulsó de España. Como lo que había era cosa de “moros” y había que cuidar por la ortodoxia católica, todos sus edificios o se reutilizaron o se destruyeron.
 Hace unos 15 años se descubrió un inmenso cementerio musulmán, pero como estos hombres son muy sencillos en los enterramientos, se cogieron algunos restos para estudiarlos y luego se construyeron casas en ese lugar.  ¿Se habría hecho lo mismo si hubiese sido un cementerio cristiano? Imagino que no.
   

      Y hacia el valle, en verano, pues se ve esto. En la base de aquella montaña nevada (la Serrota) de la foto de abajo está el pueblecito donde estuve como maestro durante 20 años. Unos años en que fui muy feliz, tanto personal como profesionalmente.
         Y donde está este banco me sentaba cuando era un jovencito, 14, 15, 16, 17 años. Teniendo frente a mí todo lo que se ve en la foto anterior.
         Allí estaba el viejo edificio de la Biblioteca que durante el verano prestaba libros para leer en el jardín, y los de esta biblioteca fomentaron y saciaron mi afición a la lectura. Durante el verano iba casi todas las mañanas a leer allí. Primero cuentos, luego novelas de aventuras y cuando crecí más todos los libros de historia y de arte. ¡Con qué agrado recuerdo muchas de aquellas lecturas!

         Y las murallas siguen. Se construyeron sobre rocas muy altas a las que solo subíamos de mayores. Estos lugares no eran para niños pequeñajos.Aquí estaba el antiguo matadero y desde aquí llevaban los animales muertos en un carro hasta la carnicería que mando construir Felipe II, y la sangre de los animales iba dejando un “rastro”, de ahí el nombre del paseo.
         La catedral tiene una parte en la muralla. Esta es una escalera de entrada a la capilla de San Segundo, primer obispo de Ávila. Era el lugar más maravilloso que había para los niños en el verano. En los días calurosos un empleado del ayuntamiento iba regando las calles, y cuando llegaba por aquí los niños subíamos a lo alto de las escaleras y decíamos: “La manga riega, que aquí no llega, y si llegara no me mojara” El señor enchufaba la manga hacia nosotros y procurábamos aguantar agachados detrás de la baranda, llenos de emoción. Si nos mojaba, como era verano, enseguida nos secábamos. 
         Podría seguir contando cosas que hacíamos en la muralla, pero lo mejor es preguntárselo a ella. Lleva 10 siglos aquí ¡Y la de cosas que nos podría contar!

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