domingo, 16 de diciembre de 2018

LAS MURALLAS

         Ávila está muy unida afectivamente a mí. Aquí pasé mi niñez y mi primera adolescencia y casi toda mi vida como adulto. Cuando voy andando los recuerdos me asaltan. En todos los rincones me pasó algo, sentí algo, tuve ilusiones y desengaños, y en muchas ocasiones los cuento. Pero olvidémonos de mí y pasemos a Ávila.
         Estas son las mejores vistas del conjunto amurallado de Ávila. Las murallas se construyen a finales del siglo XI y comienzos del XII y se tarda solo 12 años en hacerlas. ¡Todo un record para la época!
         Son las murallas de esos siglos mejor conservadas de toda Europa. Rodean toda la antigua ciudad.
         Son unas murallas sólidas, potentes, poderosas. Cuando veo murallas de otras ciudades y las comparo con estas de Ávila, las otras me parecen como tapias de un convento.
         Se acababa de conquistar Toledo, y el rey Alfonso VI, temiendo contrataques musulmanes hizo toda una línea defensiva por Ávila, Segovia, Cuellar, Sepúlveda, etc. Las murallas de Ávila eran tan inexpugnables para la época que nunca se atacaron. Hasta su base llegaron asaltantes, pero al verlas se dieron media vuelta.
         En invierno, cuando nieva, los niños veníamos a deslizarnos en trineos que hacíamos con tablas. Entonces no había plásticos. Era muy divertido jugar allí. Pero era un juego solo de niños, las niñas no iban allí.
         El punto débil eran las puertas de entrada y por eso se hacían más altas y con torreones altísimos de fácil defensa. Esta es la puerta de San Vicente. La más imponente de la ciudad junto con la del Alcazar.
         Ahora hay jardines, pero cuando yo era niño estaba como se ve en esta antigua postal. En esa explanada jugábamos los niños al fútbol y era el “Campo del honor” el lugar donde echábamos nuestras peleas y dirimíamos nuestras diferencias.
         Estoy hablando de mis 8, 9, 10 años. Jugábamos en nuestro barrio y las peleas con los de otro barrio colindante (eran peleas territoriales) se hacían aquí. Quedábamos un día a una hora. Los dos bandos nos poníamos enfrente uno de otro. Antes habíamos recogido piedras, y a una señal empezábamos a tirárnoslas. A esas piedras pequeñas también les llamábamos cantos y la pelea era una “cantea (de tirarnos cantos)”. La pelea se terminaba cuando algún niño de uno de los bandos recibía una pedrada y se ponía a llorar. Lo terrible era cuando la pedrada se le había dado en la cabeza: todos temíamos que viniese la policía y nos metiese en la cárcel. Aquella costumbre afortunadamente pasó.
         En Ávila hubo un campamento romano y toda esta zona era el cementerio. Las piedras de las tumbas se utilizaron para hacer la muralla.
         En esta foto se ven hileras de piedras oscuras y grandes y otras hileras de piedras pequeñas y de otro color. Las oscuras son lápidas romanas. Muchas tienen inscripciones funerarias en las que se dice más o menos: “Aquí yace … hijo de … muerto en… el… QUE LA TIERRA TE SEA LEVE”
         En eso del recuerdo a los muertos me parece que los humanos hemos cambiado poco.

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