LAS MURALLAS
Ávila está muy unida afectivamente a
mí. Aquí pasé mi niñez y mi primera adolescencia y casi toda mi vida como
adulto. Cuando voy andando los recuerdos me asaltan. En todos los rincones me
pasó algo, sentí algo, tuve ilusiones y desengaños, y en muchas ocasiones los
cuento. Pero olvidémonos de mí y pasemos a Ávila.
Estas son las mejores vistas del
conjunto amurallado de Ávila. Las murallas se construyen a finales del siglo XI
y comienzos del XII y se tarda solo 12 años en hacerlas. ¡Todo un record para
la época!
Son las murallas de esos siglos mejor
conservadas de toda Europa. Rodean toda la antigua ciudad.
Son unas murallas sólidas, potentes,
poderosas. Cuando veo murallas de otras ciudades y las comparo con estas de
Ávila, las otras me parecen como tapias de un convento.
Se acababa de conquistar Toledo, y el
rey Alfonso VI, temiendo contrataques musulmanes hizo toda una línea defensiva
por Ávila, Segovia, Cuellar, Sepúlveda, etc. Las murallas de Ávila eran tan
inexpugnables para la época que nunca se atacaron. Hasta su base llegaron asaltantes,
pero al verlas se dieron media vuelta.
En invierno, cuando nieva, los niños
veníamos a deslizarnos en trineos que hacíamos con tablas. Entonces no había
plásticos. Era muy divertido jugar allí. Pero era un juego solo de niños, las
niñas no iban allí.
El punto débil eran las puertas de
entrada y por eso se hacían más altas y con torreones altísimos de fácil
defensa. Esta es la puerta de San Vicente. La más imponente de la ciudad junto
con la del Alcazar.
Ahora hay jardines, pero cuando yo era
niño estaba como se ve en esta antigua postal. En esa explanada jugábamos los
niños al fútbol y era el “Campo del honor” el lugar donde echábamos nuestras peleas
y dirimíamos nuestras diferencias.
Estoy hablando de mis 8, 9, 10 años.
Jugábamos en nuestro barrio y las peleas con los de otro barrio colindante
(eran peleas territoriales) se hacían aquí. Quedábamos un día a una hora. Los
dos bandos nos poníamos enfrente uno de otro. Antes habíamos recogido piedras,
y a una señal empezábamos a tirárnoslas. A esas piedras pequeñas también les
llamábamos cantos y la pelea era una “cantea (de tirarnos cantos)”. La pelea se
terminaba cuando algún niño de uno de los bandos recibía una pedrada y se ponía
a llorar. Lo terrible era cuando la pedrada se le había dado en la cabeza:
todos temíamos que viniese la policía y nos metiese en la cárcel. Aquella costumbre afortunadamente pasó.
En Ávila hubo un campamento romano y
toda esta zona era el cementerio. Las piedras de las tumbas se utilizaron para
hacer la muralla.
En esta foto se ven hileras de piedras
oscuras y grandes y otras hileras de piedras pequeñas y de otro color. Las
oscuras son lápidas romanas. Muchas tienen inscripciones funerarias en las que
se dice más o menos: “Aquí yace … hijo de … muerto en… el… QUE LA TIERRA TE SEA
LEVE”
En eso del recuerdo a los muertos me
parece que los humanos hemos cambiado poco.
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