jueves, 24 de enero de 2019


IGLESIA DE SAN JUAN
        La iglesia de San Juan es una iglesia injustamente olvidada por los visitantes. Se le ha hecho poca propaganda y no recuerdo haberla visto en los folletos turísticos, aunque me han dicho que últimamente se ha incorporado en los folletos como lugar a visitar.
        Esta iglesia era mi parroquia. Aquí vine muchísimas veces a misa y a las novenas con mi madre y abuela. Recuerdo de niño que se rezaban las letanías del rosario en latín y se decía “ora pro nobis”; yo entendía “ahora por el novio”, y que se pedía por alguien que se iba a casar, lo que no entendía era por qué siempre se pedía por el novio y nunca por la novia.
        Es una de las iglesias más antiguas de la ciudad. Se edificó en el siglo XII. Desde el siglo XIII se reunían en los soportales que estaban en el lado de la iglesia que da a la plaza del actual ayuntamiento el concejo de la ciudad (el equivalente al actual ayuntamiento), y era la sede del llamado banco de San Juan, uno de los bandos en los que se organizaba el concejo de la ciudad y representado por el linaje de Esteban Domingo, es decir, los Dávila con trece roeles (como redondeles) en su escudo.
        En este grabado de Ávila del siglo XV se ve claramente la torre de la iglesia de San Juan.  

        No sabemos por qué, pero se reconstruyó durante todo el siglo XVI. Quizá su estado no era muy bueno y en lugar de arreglarla se decidió hacer una nueva, o se pensó que una ciudad tan importante como Ávila debía tener una iglesia más moderna y más lujosa en el centro de la ciudad, o … ¡vaya usted a saber el porqué!
        A mí me parece una iglesia amplia, majestuosa, bastante luminosa. Se la considera un ejemplo del último renacimiento, y casi todas las iglesias de esta época son alegres, hechas como a la medida del hombre.
 Las bóvedas se hacen al estilo del último gótico aprovechando las piedras de la anterior iglesia.  


        Pero también es una iglesia digna de la manifestación del poderío de una familia: la de los Dávila. Esta iglesia se hace bajo el mecenazgo de don Sancho Dávila, General de Felipe II y capitán general de la Corte de Granada y de la conquista de Portugal, que fue llamado en su tiempo "Rayo de la Guerra" por sus sorprendentes victorias en los Países Bajos y Portugal. En la guerra con Portugal, Felipe II envió al duque de Alba para lograr acceder a la corona portuguesa. Cuentan que el rey preguntó al duque de Alba cuántos soldados necesitaría y que Alba le contestó que veinte mil hombres, pero que, si le acompañaba Sancho Dávila, tal vez con diez mil bastara. Dicho y hecho, Sancho participaría en la contienda portuguesa y en la definitiva Batalla de Alcántara, en la que ganaron las tropas de Felipe II supuso la anexión de Portugal a la Corona Hispánica.
        Sancho Dávila muere en Lisboa en 1583, por una coz de un caballo. Había dos familias de los Dávila. Sus escudos nobiliarios eran diferentes, uno con seis roeles (redondeles) y otro con trece.


        El pertenecía al linaje de los de seis roeles, el linaje de Blasco Jimeno, gran héroe abulense. Su deseo fue que le enterrasen en la catedral, pero no sé por qué motivos tal deseo no pudo verse cumplido (imagino que el obispo de entonces no se llevaba bien con esta familia). Pero como reconocimiento a sus méritos, le fue concedido el privilegio de poder enterrarse en la sede del banco de San Juan, del linaje de los Dávila de los trece roeles.
        Esta gente hasta para enterrar a los muertos discutían. ¡Vaya honor y vaya categoría de linaje!
        El 4 de abril de 1515, Teresa de Cepeda y Ahumada recibe el bautismo en esta parroquia, en esta pila bautismal gótica (S.XV) y, curiosamente, fue el mismo día que se inauguraba el monasterio de la Encarnación, el mismo donde años después sería Teresa su priora.
        En la actual plaza del Ayuntamiento se ha venido celebrando mercado todos los viernes por privilegio concedido por los Reyes Católicos. Siendo yo niño todavía he visto como se llenaba de carros de los campesinos de los pueblos de al lado que venían a comprar y a vender. Muchos de ellos tenían que pasar por lo menos una noche. Y en los alrededores de la iglesia de San Juan había numerosas posadas con patios de columnas donde dejar los animales y donde dormir y comer las personas.   


        Hoy, lógicamente, ya no funcionan como posadas, pero ya las recuerdo vivamente porque los niños que allí vivían iban conmigo al colegio y yo jugué en esos patios.
        Recuerdo que uno de estos niños, Chinarro, solía llevar los mocos saliéndole por las narices. El párroco de la iglesia le preguntó ¿Cuánto cuestan las velas Chinarro? Y él inspiró los mocos hacia dentro y dijo: “Se cerró el establecimiento”. Aún recuerdo la risa del sacerdote, el hombre no podía parar de reírse de la ocurrencia del muchacho.      
         Todas las calles y plazuelitas que rodean la iglesia de San Juan conservan el aire del Ávila del siglo XVI. Son casas muy antiguas y son muy pocas las que se han tirado o hecho nuevas.
        Aquí, en este entorno los siglos se han detenido y no sería raro ver a los espíritus de los caballeros de la época andar por la noche, con su capa y espada, por estas callejas.

        Y digo solo espíritus de los caballeros y no de las mujeres porque ellas no salían por la noche. Las doncellas para no perder su doncellez y las casadas ya lo dice el dicho: La mujer casada en casa y con la pata quebrada.
        Creo que la luz eléctrica dio calambre a estas ideas y se marcharon para siempre.

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