lunes, 7 de enero de 2019


LA CATEDRAL DE AVILA (1)

         Mis padres vivían al lado de la catedral y por lo tanto es un lugar muy familiar para mí. Desde el suelo se ve así la fachada, como en la foto de las dos niñas. Desde un balcón de las casas de la esquina se ve así de bonita.
         Está sin terminar, se acabó el dinero. Le falta otra torre y en la parte de atrás del edificio se ven ladrillos en el crucero. Eran ladrillos provisionales, pero se han quedado definitivamente, por lo menos llevan unos pocos siglos.
         La catedral se comienza a finales del s. XII y se finalizan las obras en el s.XVI, precisamente en la época de más esplendor e importancia de Ávila como ciudad. Paradojas del destino.
         En la explanada de la parte norte, donde se ve ese grupo de personas en la foto, he jugado muchas veces. En verano a la pelota, pero siempre vigilando que no viniese ningún guardia pues algunos no nos dejaban y nos quitaban la pelota y otros no nos decían nada. No entendíamos porqué unos nos dejaban y otros no, pero por si acaso al ver alguno cogíamos la pelota y nos íbamos corriendo.
         En invierno, cuando nevaba, los niños nos poníamos en fila a pisar la nieve y hacíamos una especie de pista para patinar. Las que hacíamos en esa zona de la catedral eran las mejores de toda Ávila. Eran largas, por ellas se iba muy rápido, nadie las estropeaba y duraban tiempo y tiempo. De mayor no he vuelto a ver a los niños hacer esas pistas de patinaje.
         El mayor atractivo de la catedral estaba en la parte sur, en la calle de la Cruz, cuyo nombre se puso en 1605, según está grabado en el muro.
                Esta calle forma un ángulo recto y su entrada sur se ve así.  

              La otra entrada, la oeste se ve así.
           Ahí se ve la cruz para que nadie dude de su nombre. Los muros del fondo y de la izquierda de la foto son de la catedral.

         En los relieves de la parte alta que hay encima de la cruz están representadas la vida como una joven y la muerte como una calavera con la guadaña y una persona tumbada. De estos relieves toma el nombre de la calle de la Muerte y la Vida, que es la que más se conoce.

         Cuando yo era niño no había luces en esta calle y era toda una proeza atravesarla por la noche. Si lo hacíamos era en grupo, pues hacerlo solo era una hazaña de los muy valientes. Las travesías en solitario tenían que ser comprobadas. Un grupo se ponía en un extremo y otro grupo en el otro. El valiente salía de un grupo y llegaba hasta el otro y luego nos juntábamos para certificar que lo había hecho. Yo conocí a dos niños que atravesaron la calle solos, siempre tuvieron una fama indestructible de valientes.

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